En plena vorágine capitalista, en plena expansión del poder de los mercados, la economía está ocupando la mayor preocupación de la ciudadanía y su consecuencia más inmediata, el desempleo, su mayor temor. Para los gobiernos amigos y, por lo tanto, cómplices de este sistema económico especulador y mercader, la creciente desigualdad y el aumento consecuente de la violencia de género ha pasado a un segundo plano, si es que alguna vez ha ocupado otro.
El patriarcado y el capital, en armonía permanente, han encontrado de nuevo un momento propicio para nuevas alianzas a la hora de despojar a las mujeres de los derechos conseguidos con tanto esfuerzo.
A nivel internacional nos hemos llevado la gran decepción con la llamada primavera árabe, al comprobar que las revoluciones han sido absolutamente manipuladas para conseguir unos fines aparentemente democráticos, que en nada pretendían cambiar las condiciones sociales de las mujeres de estos países. Muy al contrario, algunos de estos países anteriormente laicos ahora han sido tomados por la fuerza de los integrismos religiosos y a las mujeres les espera un futuro mucho peor.
Es alarmante el olvido de las mujeres afganas, el aumento de las ablaciones hasta en entornos occidentales, el afianzamiento de las redes de tráfico y la trata de mujeres y niñas para su explotación sexual mediante la prostitución.
En nuestro Estado, el Gobierno del PSOE no ha querido modificar la Ley Integral contra la Violencia, empecinado en su modelo de violencia encorsetado en una sola causa, obstinado en no reconocer que la violencia de género es una cuestión estructural que hay que erradicar desde todos los ámbitos. Desgraciadamente y, a pesar de ello, en lo que va de año han sido asesinadas 55 mujeres, pero el presupuesto destinado a combatir la violencia de género no sólo no aumenta sino que va disminuyendo paulatinamente.
Los contratos a tiempo parcial y precarios son la oferta laboral para las mujeres. El tercer trimestre de este año refleja cómo del casi medio millón de las personas que trabajan a jornada parcial, nada menos que el 96% son mujeres, es decir, 9 de cada 10 jornadas parciales, fundamentalmente dedicadas al cuidado, las hacen mujeres.
Aumentan las emisiones televisivas donde se denigra la imagen de las mujeres y se las convierte en meros objetos, además de que cada vez hay más anuncios comerciales donde las mujeres somos la ‘recompensa’ al comprar la mercancía. Todavía seguimos reivindicando que el lenguaje nos incluya para ser nombradas y designadas en femenino singular y plural.
Este 25 de noviembre nos vemos obligadas nuevamente a reivindicar una verdadera coordinación política y administrativa para atajar esta lacra social. Para las mujeres tampoco es nuevo que exijamos la implicación de todos los poderes públicos en dar las respuestas que la sociedad está reclamando y conseguir un mundo sin Violencia de Género, pero a estas alturas no queremos quimeras ni promesas, queremos realidades tajantes con resultados inmediatos.
¡Un mundo en IGUALDAD, un mundo SIN VIOLENCIA!
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