sábado, 18 de febrero de 2012

Jordi Pujol, Felipe González y los comunistas

Salvador López Arnal
Rebelión

Para Víctor Ríos
Público dedicó el pasado jueves dos páginas -¡la cuarta parte de la edición catalana!- [1] a dar cuenta de la edición del tercer volumen de las memorias del ex president de Banca Catalana y de la Generalitat de Catalunya. Algún acuerdo económico con la editorial puede explicar la importancia dada “al acontecimiento político-literario”.

No he leído ni el primer ni el segundo volumen de las memorias pujolistas y tampoco tengo intención de ponerme con este último. En cambio, sí me gustaría comentar un breve paso que aparece en la selección de Público y que -¡nuevamente!- da razón política a aquella admirable dirección de IU de mediados de los noventa que fue capaz de decir verdades como puños, cuando no siempre eran bien interpretados incluso por gentes de su propia tradición (el que suscribe incluido).

Comenta el intocable y elogiado hasta el acriticismo Jordi Pujol en sus Memorias que tras las elecciones de 1996, cuando el PP de Aznar ganó sin mayoría absoluta, Felipe González, presidente en funciones, le llamó y le comentó que tendría que entenderse con Aznar.

Antes, según cuenta él mismo, se entrevistaron en secreto, el 10 de marzo de 1996, en un chalet que el CESID –¡sí, el Centro Superior de Información de la Defensa!- tiene en las afueras de Madrid. El ex president de Banca Catalana recuerda que con los resultados electorales en la mano, el PSOE hubiera podido formar gobierno con CiU, con Coalición Canaria, con el PNV, con algún otro diputado y “con los comunistas de IU” (no con IU a secas).

La combinación no era aceptable para el asesor de Gas Natural y muñidor del triunfo de Rubalcaba, uno de los políticos profesionales que más ha contribuido a la instalación del actual régimen político español. En la citada entrevista secreta, González comentó a Pujol que un pacto así fracasaría dada su heterogeneidad. Con rotundidad, según el ex president, añadió: “Además, no quiero pactar con los comunistas”.

Pujol saca conclusiones en sus Memorias y arroja leña al fuego de su tradición sectaria y de privilegiados: “Lástima, digo yo desde la perspectiva de ahora, que en 2003, cuando se formó el primer gobierno tripartito, los socialistas catalanes no hubiesen previsto, como Felipe González unos años atrás, que una olla de grillos no puede gobernar bien”. ¡Ellos sí, el gobierno de los mejores privatizadores aliados con el neofranquismo españolista neoliberal lo hacen de mil maravillas!

Pueda haber pasado así, como lo cuenta el ex president, o bien de modo más o menos similar pero no es improbable el uso de esos términos. González, el asesor o ex asesor de Carlos Slim, el de los GAL, usa el término “comunista” para hablar de IU sabiendo que en la coalición militaban en aquellos momentos antiguos miembros de su propio partido y que uno de sus economistas entonces más influyentes, Juan Francisco Martín Seco, provenía de las filas socialistas. Y así siguiendo. ¿Y eso qué importa? Con los comunistas, con los que provienen de esta tradición, a no ser que hayan renunciado a ella, ni agua ni pan ni saludos ni cortesía. Y punto y aparte.

Ni que decir tiene que ello puede explicar –no digo que siempre justifique- la animadversión hacia el partido “socialista” que puede observarse en ocasiones en algunos colectivos de IU. ¿Qué puede sentir uno cuando a alguien se le trata con ese ninguneo, con ese desprecio, con esa chulería?

Por lo demás, Jordi Pujol cae en la mismo nudo anticomunista que González. Se entienden a las mil maravillas. No habla de IU a secas sino de los comunistas de IU. La cosa viene de lejos [2] a pesar de haber compartido prisión con comunistas como Manuel Vázquez Montalbán.

Para la ocasión vale la pena trazar un pequeño balance a propósito del Eurovegas. El conseller d’Economia de la Generalitat, un ex cuadro del PSUC reconvertido en un defensor cegado del neoliberalismo, ha declarado [3] que el proyecto es muy importante, que podría incidir mucho en la economía, el turismo, el espectáculo y la industria del juego. Si el proyecto se interesara finalmente por Catalunya, ha añadido, “hay mucho ámbito de negociación con sus promotores”.

El alcalde de Prat de Llobregat, por el contrario, uno de los municipios elegidos para el recibimiento berlanguiano con sardanas y castellers, es Lluís Tejedor. Es militante de ICV pero no oculta ni ha renunciado a su pasado comunista en las filas del PSUC. Su opinión: rechaza rotundamente la posibilidad que la ciudad acoja el complejo de ocio porque está vinculado, como resulta obvio para todo el mundo, a la prostitución, al juego y a las drogas incontroladas. Tejedor ha añadido que el megacasino “no encaja con el proyecto de ciudad que desde hace 33 años estamos impulsando en la ciudad, vinculado al respeto por el medio y el entorno”. El municipio, señaló para concluir, no quiere una iniciativa así ni siquiera en tiempo de crisis.

¿Es obvia la diferencia? Lo es. Una tiene que ver con lo de siempre. En apretada síntesis: la pela es la pela y los negocios son los negocios. La segunda, por el contrario, con la dignidad, con el cuidado de lo público, con la veracidad, con la mejora de las relaciones sociales, con el compromiso cívico.

A esta última, se la suele tildar de comunista. Pues de acuerdo. ¿Y qué pasa?

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