miércoles, 21 de julio de 2010

Artículo de Javier Parra director de LaRepublica.es


Ahora que tanto se habla de eso que llaman “refundación de la izquierda”, me gustaría aportar un par de ideas que seguro que están en la cabeza de muchos. Me refiero a cuestiones como la que durante los últimos años ha hecho que las organizaciones políticas y sindicales de izquierda hayan perdido un enorme potencial militante, de gente que ha tirado la toalla al ver que sus asambleas locales o regionales fueran secuestradas por trileros y sanguijuelas, liberados y cargos públicos que piensan que las organizaciones políticas y sindicales de izquierda son una oficina de empleo.

La izquierda, y concretamente la organización en la que milito, está llena de jóvenes y mayores, comprometidos con una causa común a la que sitúan por encima de sus intereses particulares. Muchos jóvenes que no buscan liberaciones, no buscan cargos, no buscan vivir de la política, y trabajan como nadie – sin irme muy lejos ahí están mis camaradas de la Juventud Comunista del País Valenciano, con un trabajo ejemplar en la federación en la que milito -. Las liberaciones políticas son necesarias siempre y cuando sean para dejarse la vida por la organización, y por supuesto, no estoy en contra de ningún cargo público, ya sea concejal o diputado, siempre y cuando sea leal a su organización, a un proyecto, a la izquierda y a la clase trabajadora, y no se comporte como un miserable a su propio servicio. El problema viene cuando la liberación o el cargo se convierten en el objetivo de determinados personajes, a veces incluso demasiado jóvenes. Y es que hay “jóvenes” y “jóvenes”, y ya estamos demasiado acostumbrados a escuchar el discurso de la “renovación generacional” por parte de individuos que lo que realmente quieren es una “renovación de plantilla”.
Frente a éstos están quienes se pasan la vida pegando carteles, recorriéndose las fábricas, los centros de trabajo, pateándose las calles y partiéndose el pecho y hasta la cara por una causa, de la que además, no tienen pensado vivir. Ese es el verdadero tesoro de la izquierda, de cualquier organización de izquierdas, que debe ser responsable de elegir a los mejores, a los más comprometidos, a los más preparados y a los más honestos, no sólo para las candidaturas electorales, locales, regionales o nacionales, sino para el trabajo dentro de la propia organización.

Se avecinan tiempos muy difíciles, y habrá que dar respuesta a una situación que nos va a poner a prueba a todos, especialmente a los cientos de miles – incluso millones – que nos opongamos frontalmente a un régimen que va radicalizarse y a hacerse aún más voraz. No valdrán las medias tintas, será él o nosotros. Y no nos servirán vagos, cobardes y vividores, serán tiempos de activistas, militantes y dirigentes de hierro, si no queremos perecer. Al tiempo.

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